Maternidad y nutrición consciente: un nuevo desafío
La maternidad y paternidad, sin duda, es uno de los hitos en la vida adulta de una persona. La llegada de un niño o una niña a la vida de una familia cuestiona y resignifica muchos de los hábitos y formas de vida que, hasta antes de esta llegada, se enfocaban principalmente en el bienestar de adultos. Esta experiencia plantea múltiples desafíos, y resulta una experiencia profundamente transformadora para quienes la viven, pues traslada la atención y las necesidades hacia el niño.
La nutricionista Alejandra Correa afirma que es habital que los padres «se involucren en generar un ambiente alimentario adecuado para el crecimiento de sus hijos e hijas. Esto también incluye la mejor nutrición de la personas mayores que están viviendo en sus hogares, que no es un tema menor. La alimentación saludable nace de un adecuado ambiente alimentario.”
Cambios en la alimentación
En ese sentido, los cambios en el tipo de alimentos que se comen, los hábitos alimenticios y preocupación por una correcta nutrición en los niños son una de las inquietudes más comunes entre quienes asumen el cuidado de los niños. Desde el primer día de nacimiento a los primeros años de vida, la preocupación por este tema es central para las madres.
Así fue el caso de Javiera (33), quien es Ingeniera Comercial y trabaja como gerente en una empresa financiera. Ella es la madre de Julián, quien tiene sólo dos años. Ella ha enfrentado a las transformaciones alimentarias asociadas a la maternidad desde el inicio de su embarazo.
«Los cambios en la alimentación en mi caso comenzaron desde el embarazo. Los doctores te insisten mucho en tener una subida de peso controlada. Cuando nació Julián, y sobretodo al principio, todo es bien caótico: es común quedarte sin comer o a veces comer mucho.
Y ahora que está más grande, una de las cosas que para mi es importante mostrarle alimentos de manera neutral.
Julián no es muy bueno para los dulces y tampoco siente el apremio por comerlos porque siempre están disponibles y no tienen una connotación negativa, pero tampoco positiva. Y por lo mismo, cuando va dónde sus abuelos o a un cumpleaños, no les pone demasiada atención. Si quiere comer, los va a tomar -con límites y porciones-, pero sin el refuerzo de un premio o al revés, de comer verduras o frutas como un castigo» agrega.
Afortunadamente, en el caso de Javiera, ella sí cuenta con una red de apoyo y los recursos socioeconómicos para ofrecerle alternativas nutricionales saludables. Pero lamentablemente, en muchas familias no es así: «Cómo nutricionista de la atención primaria de salud de una comuna con alto riesgo social debo decir que todas las madres están preocupadas de poder entregar la mejor alimentación a sus hijos e hijas, dentro de las herramientas que poseen, ya sean conocimientos adquiridos por medio de la familia, la educación a la cual pudieron acceder y las indicaciones y acompañamiento que se realizan desde los CESFAM de la salud pública.
Cada mujer intenta hacer lo mejor para sus hijos y eso no lo ponemos en duda, pero hay múltiples factores que condicionan la nutrición, entre ellos el nivel socioeconómico, el acceso a alimentos seguros, a ferias libres, almacenes de barrios y supermercados.
Muchas veces el ambiente alimentario en el que crecen sus hijos no es precisamente el más adecuado; bajo consumo de frutas, verduras, legumbres, pescado, lácteos, cereales integrales, agua y un alto consumo de alimentos ultra procesados, altos en sodio, azúcares, grasas saturadas y bebidas con azúcares» agrega la profesional de la salud.
Acompañamiento y nutrición informada
María Francisca es periodista y madre de Magdalena, quien tiene ocho años. Ella representa de muy buena manera lo que significa ser una mamá millenial, con los cambios culturales asociados a la comida y alimentación que han sucedido en los últimos años. Su hija, desde que era muy pequeña siempre ha preferido una alimentación vegetariana, y eso forzó a Francisca a explorar un nuevo mundo de opciones, ya que en su casa era común comer carne.
«Yo solía tener una alimentación carníbora y ahora he tenido que aprender y adaptarme a sus necesidades. Al principio es un poco complicado pero cuando entras en el ritmo, no tiene una gran dificultad ni para conseguir los alimentos ni para poder seguir el plan alimenticio. Es fácil y es rico. Mucha gente dice que puede ser más caro pero no es realmente. De hecho, siento que gasto mucho menos en comida ahora que no como carne.
Lo más complejo, al principio, fue aprender a equilibrar las proteínas, las vitaminas, el hierro: un montón de cosas que es necesario que su cuerpo mantenga equilibrado. Aprender que hay mezclas que son recomendables, que hay cantidades de las hay que preocuparse. Y aprender a ser más creativo. Creo que lo maravilloso de una dieta vegetariana es que comes muy rico y que en casi todas las comidas puedes reemplazar el elemento cárnico.
Por ejemplo, las lentejas nunca más he vuelto a hacer con carne. Ni de soya, ni nada. La salsa de tomate, el charquicán y los guisos. Todo sin carne, y realmente no se nota. Y en realidad, es un cambio que se necesita por la nutrición y el medio ambiente.
También creo que antes estos temas no se hablaban más allá de un asunto estético. Por ejemplo, a mi nunca me dijeron lo mal que hacían las bebidas, lo mal que hacía el azúcar en sí misma. Y eso ahora lo están enseñando en los colegios. También creo que afortunadamente también está mediado por los centros educacionales en los que ella ha estado donde el tema de la alimentación saludable y la alimentación consciente están incluidos en los curriculums.» comenta María Francisca.
La Dr. Correa agrega que «los estilos de alimentación están muy arraigados en la cultura chilena y a través de políticas públicas se tratan de modificar. Un ejemplo de eso son las guías de alimentación saludable, cuyo objetivo es guiar a la familia chilena a mejorar la selección, frecuencia y porciones de los alimentos que entregan a sus hijos, hijas y a los adultos. Por medio de consejerías breves, material educativo y recetarios, los cuidadores pueden decidir, en base a su realidad local, realizar mejoras en la selección de los alimentos que llevan a casa y las técnicas culinarias que utilizan en pro de mejorar la nutrición de sus familias».
La preocupación como padres y la responsabilidad sobre los hábitos alimenticios de nuestros hijos también es una tarea que resignifica el vínculo con los hijos, y tal como dice María Francisca, buscar el balance entre disfrute y nutrición: “Desde que uno es mamá o papá uno asume un compromiso y eso es con el ejemplo. Entonces si yo le digo que tenemos que cuidar el medioambiente, y le doy carne todos los días, no estoy cuidando el medio ambiente. O si le doy ultra procesados todos los días, no la estoy cuidando como debería. Al final, se trata de buscar el equilibrio.»